No entiendo ni entenderé...

Si me preguntan porqué lo hice, yo diré que… me lo dijo el corazón. Era mi deber de hijo. Era la obligación de sentirme útil y valórico (y no irreal y barato).
Pero… el corazón se hace pequeño cuando la lógica no sirve. No puedes volver a los brazos de quien te ha hecho tanto daño. ¿Cómo podemos tirarnos a las brazas por amor al fuego?
No lo entiendo. Cómo puede ser más grande ese sentimiento o esa… no sé… calentura antes del sacrificio de tu propia sangre. Esa parte de ti que pensó que te había recuperado.
¿Y ahora qué hacemos? ¿Volver a tender la malla si es que el trapecio es muy resbaloso?
Estaré destinado, así como tú, a fijar los ojos en quienes JAMAS debemos fijarlos.
No es justo. No podemos ser tan estúpidos.
Pero…